Dónde está el Dios de Elías |
Leonard Ravenhill |
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A la pregunta: ¿Dónde está el
Dios de Elías? respondemos: Pues ¡donde ha estado siempre: en su trono!
Pero ¿dónde están los Elías de Dios? Sabemos que Elías era un hombre
«de pasiones semejantes a las nuestras», pero, ¡ay!, nosotros no somos
hombres de oración como él.
Hoy Dios parece olvidar a los
hombres de oración; no porque somos demasiado ignorantes, sino porque
somos demasiado autosuficientes. ¡Hermanos, nuestras capacidades son
nuestros impedimentos, y nuestros talentos piedras de tropiezo!
Elías salió de la oscuridad al
escenario del Antiguo Testamento como un hombre maduro. La reina
Jezabel, aquella hija del infierno, había destruido a los profetas de
Dios reemplazándoles por sacerdotes de divinidades falsas. Oscuridad
espiritual cubría la tierra. El pueblo estaba ciego y bebía la
iniquidad como agua. Cada día se levantaban nuevos templos paganos,
donde se practicaban crueles ritos en los que perecían inocentes
víctimas humanas de niños y doncellas.
Todo esto ocurría en un pueblo
que llamaban a Abraham su padre, y cuyos antepasados habían clamado a
Dios en sus tribulaciones y habían sido librados de todas sus
angustias. El Señor de gloria parecía ausente y la sal había perdido su
sabor. El oro se había convertido en escoria. Sin embargo, de su
profunda apostasía Dios levantó a un hombre —no un comité, ni una secta,
ni un ángel, sino un HOMBRE—, y un hombre de pasiones semejantes a las
nuestras. Dios llamó a un hombre, no a predicar» sino «a estar en el
Portillo».
Como Abraham en antiguo.
tiempos, así ahora Elías «estuvo ante el Señor» Por esto el Espíritu
Santo pudo escribir su biografía en - dos palabras: «Elías oró.» Nadie
puede hacer nada más importante para Dios y para los hombres, Si la
Iglesia tuviera hoy tantos ardientes intercesores como tiene consejeros
diligentes, veríamos el despertamiento universal antes de un año.
Tales hombres de oración son siempre benefactores nacionales. Elías era
uno de éstos. Oyó una voz, vio una visión, experimentó un poder, se
enfrentó con un enemigo y, contando con Dios como aliado, obtuvo una
gran victoria.
Las lágrimas que derramó, las
angustias que sufrió y los gemidos que profirió están escritos en el
Libro de las Crónicas de Dios. Por fin, Elías emergió con la
infalibilidad de un profeta. Conoció la mente de Dios. Por tanto, un
solo hombre conquistó una nación y alteró el curso de la Naturaleza.
Este, «desecho de los hombres», se mantuvo firme e inconmovible como
los montes de Galaad cuando cerró los cielos con su palabra.
Por la llave de la fe, que se
adapta a todos los cerrojos, Elías cerró los cielos, se puso la llave
en el bolsillo y Acab tembló - Aunque es maravilloso cuando Dios se
apodera de un hombre, es todavía más admirable cuando un hombre se
apodera de Dios. Que un hombre de Dios «gima en el espíritu,, y Dios
clamará: «Dejadme hacer.» Nosotros quisiéramos las proezas de Elías,
pero no sus destierros.
Hermanos, si hacemos la obra de
Dios, a la manera de Dios, en el tiempo de Dios y con el poder de
Dios, tendremos la bendición de Dios y las maldiciones del diablo.
Cuando Dios abre las ventanas del cielo para bendecimos, el diablo abre
las puertas del infierno para atacarnos. La sonrisa de Dios significa
el ceño del diablo. Los simples predicadores no pueden ayudar ni dañar a
nadie; pero los profetas conmueven a todo el mundo y hacen desesperar a
algunos.
El predicador suele ir con la
multitud, el profeta va en contra. Un hombre pobre, pero ardiente y
lleno de Dios, será tildado de mal patriota porque habla contra los
pecados de su nación; de severo, porque su lengua es espada de dos
filos; de desequilibrado, porque el peso de la opinión está en su
contra. El predicador será ensalzado, el profeta abucheado.
¡Ah, hermanos predicadores!
Amamos a los santos de la antigüedad, mártires y reformadores.
Veneramos a nuestros Luteros, Bunyans, Wesleys, Asburys, etc.
Escribimos sus biografías, reverenciamos su memoria, redactamos
respetuosos epitafios, les construimos monumentos. Lo hacemos todo
menos imitarles. Veneramos como reliquia hasta la última gota de su
sangre; pero nos guardamos de derramar una gota de la sangre nuestra.
Juan el Bautista pudo
mantenerse seis meses en prisión; pero él y Elías no podrían permanecer
seis semanas en la calle de una ciudad moderna. Los encerrarían en un
manicómio por reprender el pecado y no silenciar su mensaje. Los
evangelistas de nuestros tiempos lloran el poder de los sistemas ateos,
pero cierran la boca ante la amenaza de la religión nominal y apóstata.
América se estremecería de costa a costa si algún predicador famoso
atacara a las religiones humanamente organizadas y sus errores; nadie
siente compasión por las multitudes engañadas, en vida y en muerte, con
formas nocivas de religión.
Tales multitudes tienen que
conmovernos, como conmovieron a Elías circunstancias parecidas. El
enemigo ha venido como un río. ¿No hay ningún guerrero de Dios,
revestido con la armadura del Espíritu Santo, capaz de levantar bandera
contra él? Sólo un lugar mantendrá el corazón en pasión y los ojos en
visión. Este lugar es la cámara secreta de oración. Elías, con un
volcán en el corazón y voz de trueno, apareció en el reino de Israel
para un tiempo como ése.
Las dificultades para la
evangelización mundial son muchas en nuestros días. Pero las
dificultades dan lugar a hombres decididos. ¿Has llegado ante ríos que
te parecen invadeables? ¿Te hallas ante montañas incruzables? Dios es
especialista de cosas imposibles para todo otro poder. Pero el precio
es alto. Dios no quiere ser nuestro asociado sino a condición de ser
dueño.
Elías vivió con Dios.
Consideró los pecados de la nación como pecados contra Dios; se
entristeció sobre tales pecados como Dios mismo, y habló contra ellos
como Dios. Fue tan apasionado en sus oraciones como en su denuncia del
mal. Su predicación era como fuego y los corazones de los hombres como
metal fundido.
Pero «los pasos del hombre de
bien son ordenados por el Señor» (Salmo 37:23). El Señor dijo a Elías:
«Escóndete», y más tarde dijo: «Muéstrate». Habría sido un gran error
esconderse cuando tenia que reprender a reyes por el amor de Dios, y
peligroso desafiarles sin orden expresa del Señor. Es un error predicar
si el Espíritu nos ordena esperar en el Señor. Debemos aprender a decir
como David: «Alma mía, espera siempre en Dios» (Salmo 62:5). ¿Quién se
atreverá a pedir a Dios cortar todos nuestros propios apoyos? Los
caminos de Dios no son nuestros caminos. Sus caminos son «escondidos»,
pero El nos los revela por el Espíritu Santo.
¿Le ordenó Dios alojarse en
Chérit y Sarepta en algún. gran hotel? ¡Oh, no! ¡A este profeta de
Dios, a este predicador de la justicia le fue ordenado alojarse en casa
de una viuda pobre! Más tarde la oración de Elías fue un modelo de
oración concisa: «Escúchame, oh Señor, escúchame, para que este pueblo
pueda conocer que Tú eres el Señor y que Tú has cambiado su corazón>
(IReyes 18:37). E. M. Bounds. tiene razón al decir que las oraciones
breves en público son el resultado de largas oraciones en secreto.
Elías oró, no por la destrucción de los profetas idólatras, ni que
cayeran rayos sobre el rebelde pueblo de Israel, sino para que la
gloría y el poder de Dios se revelaran como Dios quisiera.
Nosotros tratamos de ayudar a
Dios a salir de las dificultades. Recordad que Abraham lo intentó, y
hasta el día de hoy el mundo sufre su error a causa de Ismael. En
cambio, Elías trató de poner las cosas más y más difíciles para Dios.
¡Pidió fuego e hizo empapar el altar de agua! Dios quiere vernos
atrevidos en nuestras oraciones. «Pídeme y te daré las gentes por
heredad, y por posesión tuya los términos de la tierra» (Salmo 2:8).
¡ Oh hermanos ministros! La mayoría de nuestras oraciones son advertencias y consejos a Dios. Nuestra oración está teñida de egoísmos, ya sea para nosotros mismos, para nuestra denominación o para nuestro grupo. ¡Perezca tal pensamiento! Nuestro objetivo debe ser Dios solo.
¡ Oh hermanos ministros! La mayoría de nuestras oraciones son advertencias y consejos a Dios. Nuestra oración está teñida de egoísmos, ya sea para nosotros mismos, para nuestra denominación o para nuestro grupo. ¡Perezca tal pensamiento! Nuestro objetivo debe ser Dios solo.
Es su honor el que está puesto
en juego. Su bendito Hijo el que es despreciado e ignorado. Sus leyes,
quebrantadas. Su nombre, profanado; su Libro, olvidado, y su Casa,
convertida en un círculo de actividades recreativas. Dios necesita
mucha paciencia para con las oraciones de su pueblo.
Le decimos lo que tiene que
hacer y cómo. Hacemos juicios y formulamos apreciaciones cuando oramos.
En una palabra: lo hacemos todo menos orar. Sin embargo, en ninguna
Escuela Dominical puede aprenderse este arte. ¿Qué escuela bíblica
tiene la oración como una de sus asignaturas?
La ciencia más importante que
uno puede estudiar es la oración según la Biblia. Pero ¿dónde se enseña
semejante ciencia? Liándonos la manta a la cabeza nos atreveremos a
decir que muchos de nuestros presidentes y maestros no oran ni derraman
lágrimas ante Dios. ¿Cómo pueden enseñar lo que no saben?
La persona que pudiera inducir a muchos creyentes a orar levantaría el más grande despertamiento que el mundo haya conocido. La falta no está en Dios. «El es poderoso para hacer conforme al poder que obra en nosotros.» El problema para Dios hoy día no es el Ateísmo, ni la Religión falsa, ni el Liberalismo o Modernismo. El problema para Dios es el Fundamentalismo muerto.
El evangelismo y el
despertamiento, aunque intima mente unidos, no deben ser confundidos. El
despertamiento es una experiencia de la Iglesia; el evangelismo, una
expresión de la Iglesia.La persona que pudiera inducir a muchos creyentes a orar levantaría el más grande despertamiento que el mundo haya conocido. La falta no está en Dios. «El es poderoso para hacer conforme al poder que obra en nosotros.» El problema para Dios hoy día no es el Ateísmo, ni la Religión falsa, ni el Liberalismo o Modernismo. El problema para Dios es el Fundamentalismo muerto.
Paul Rees
Dios nunca ha tenido el propósito de que su Iglesia sea un refrigerador para conservar la piedad;
sino una incubadora de nuevos convertidos.
E.Lincicome
¿Soy yo, Señor?
Los apóstoles
¿Has llegado ante ríos invadeables? ¿Te hallas quizá ante montañas incruzables? Dios es especialista de cosas imposibles Y se complace en hacer lo imposible a todo otro poder. ¡Señor, ayúdanos a obtener popularidad donde ésta tiene verdadero valor: En la Corte Celestial!Zepp
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